jueves, 12 de marzo de 2015

Terrores nocturnos

¿Qué son? 
 
Es un trastorno frecuente en niños pero que, sin embargo, es bastante desconocido. De hecho, se calcula que entre el 30% y el 40% de los niños han tenido al menos un episodio en su vida.

Consisten en despertares bruscos en los que el niño pasa de estar profundamente dormido a incorporarse en la cama, gritando y con sudores, taquicardia, hiperventilación...etc. A pesar de tener los ojos abiertos, el niño no responde, tardando varios minutos hasta que llega a despertarse . Si lo hace, se encontrará desorientado y confuso. A la mañana siguiente lo normal es que no recuerde lo ocurrido o, si lo hace, sean recuerdos muy vagos y poco elaborados.

Por los general los padres se llegan a preocupar mucho, ya que ven al niño muy asustado y son incapaces de despertarlo, encontrándose impotentes hasta que el niño poco a poco se calma.

¿En qué se diferencian de la pesadillas?:

  • Se producen en el primer tercio de la noche, frente a las pesadillas, que lo han en la segunda mitad.

  • El niño se despierta llorando, gritando y vocalizando. Con las pesadillas las vocalizaciones, si existen, son silenciosas.




  • Hay una intensa activación fisiológica: sudor, aumento de la frecuencia cardíaca, dilatación de la pupila. Con las pesadillas esta activación es moderada.

  • El niño llega a incorporarse en la cama, con una actividad motora y agitación. En una pesadilla el niño puede llegar a incorporarse en la cama, pero los movimientos son ligeros o ausentes.

  • El niño tiene dificultades para responder al entorno. Si se despierta se encontrará desorientado y confuso. En una pesadilla el niño despierta fácilmente y responde al entorno.

  • Al día siguiente o no recuerda nada o si lo hace, será de manera muy difusa. Con las pesadillas se recuerda mejor el contenido

  • Son mucho menos frecuentes que las pesadillas.


¿A qué pueden deberse?

La teoría más aceptada es que se deban a situaciones de ansiedad que el niño pueda haber tenido durante el día. Así, el estrés físico o emocional en el niño incrementan su probabilidad de ocurrencia. De hecho, la aparición de éstos muchas veces coincide con situaciones traumáticas recientes, como la muerte de un familiar, la separación de los padres, o la hospitalización del niño, por ejemplo.
Por otro lado, se ha visto que existe una predisposición mayor de que ocurran si existen antecedentes en la familia.



¿Cómo actuar?

Hay que tener en cuenta que, en sí, no son nada grave y que por lo general tienden a desaparecer con la edad. Cuando ocurra, lo ideal es tranquilizar al niño y hacer que se vuelva a dormir.
Cuando veamos que estos episodios se dan con una frecuencia elevada o cuando observemos que el niño tenga otros problemas que hagan que su nivel de ansiedad aumente, será el momento de acudir a un especialista que nos pueda aconsejar de que manera afrontarlo.

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