lunes, 14 de diciembre de 2015

El poder de la atribución

¿A qué atribuyes tus éxitos y tus fracasos? ¿Qué factores son los responsables de que triunfes o de que no consigas lo que has pretendido? Dependiendo de a qué le demos más peso o que factores tengamos en cuenta, estaremos haciendo un tipo de atribución u otra.

Aunque existen varios tipos, principalmente podemos hacer dos tipos de atribución:

  • Atribución interna: lo que ha pasado es responsabilidad de la persona. Por ejemplo, si he suspendido un examen es porque no he estudiado, luego la causa está en mí.
  • Atribución externa: lo que ha ocurrido es responsabilidad de los otros o de factores externos. Que no tienen nada que ver con uno mismo. Así, siguiendo el ejemplo del examen, diré que he suspendido porque el examen era muy difícil o porque el profesor me tiene manía.

Como con la mayor parte de las características psicológicas, tan malo es el situarnos en un extremo como en el otro. Es decir, una persona con una visión adecuada de las cosas sabrá atribuir de la manera adecuada. Algunas veces será su responsabilidad y otras será culpa de factores que no tengan que ver con ella.

Los problemas, como he dicho anteriormente vienen cuando tendemos a hacer cierto tipo de atribuciones y dejamos las otras de lado, así:

  • Cuando atribuimos todos nuestros problemas a factores externos, dejamos de responsabilizarnos de ello, por lo que no debemos actuar, porque no es culpa nuestra.
    Por ejemplo:si no apruebo por culpa del profesor, dejare de estudiar, al igual que si cuando te chillo es por tu culpa que me haces enfadar, yo no tendré que controlarme.
    De igual modo, con elementos positivos tampoco es bueno. Si gano un concurso de dibujo será debido a la suerte, no a que dibuje bien.


  • Cuando atribuimos todo a factores internos, nos echamos la culpa de todo lo que ocurre, independientemente de que hayan podido influir otros factores o no.
    Así, por ejemplo, si mi equipo de trabajo no ha conseguido sus objetivos, será por mi culpa que he hecho mal mi parte.

En el equilibrio está la virtud. Puede parecer intrascendente pero el que tendamos hacia un sentido u otro puede influir muy negativamente en nosotros.

Así hay teorías acerca de la depresión que hablan, entre otros factores, de un déficit atribucional como desencadenante y mantenedor de ésta. Así una persona deprimida,tendrá los siguientes problemas atribucionales:

  • Interna/externa atribuirá todo lo negativo de manera interna, siendo todo culpa suya. Sin embargo las cosas buenas que le pasan siempre son externas, ya que no tienes que ver con ellas. Por ejemplo: Si saco un diez en matemáticas es porque el examen era demasiado fácil. Si suspendo es culpa mía porque soy un desastre.




  • Estable/Inestable tiene que ver con que si las cosas son siempre así o si van cambiando. Siguiendo con el mismo ejemplo,si hago una atribución estable, tenderé a pensar que siempre suspendo todos los exámenes, luego no valgo para estudiar. Si, por el contrario, mi atribución es inestable, veré que hay exámenes de matemáticas que suspendo y otros que apruebo, luego tan mal no lo haré. Una persona con depresión tiende a interpretar todos los sucesos negativos como algo estable y que no va a cambiar.

  • Global o específica se relaciona con que si lo que nos ocurre se da en todos los ámbitos ( entonces sería algo global) o si , sin embargo, sólo se da en un ámbito de nuestra vida (específico). Siguiendo con nuestro ejemplo, si interpretase el suspenso de manera global, daría por hecho que en todas las asignaturas voy a suspender, ya que no se me da bien estudiar. Sin embargo, si lo interpretase de manera específica vería que es posible que las matemáticas se me dieran mal, pero que hay otras asignaturas que domino, luego es esa área en específico la que tengo que mejorar.


En conclusión, tenemos que prestar especial atención a nuestras atribuciones, intentando encontrar ese equilibrio que nos llevará a atribuirnos sólo aquellas cosa de las que somos realmente responsables, tanto buenas como malas y a hacerlo de la manera adecuada.
Si vemos que tenemos problemas en ese ámbito y, sobre todo, si vemos que tenemos tendencia a atribuir todo de una manera interna, estable y global, quizá sea el momento de consultar a un especialista que nos ayude a cambiar.

martes, 1 de diciembre de 2015

Trastorno dismórfico corporal: cuando hay una parte de nuestro cuerpo que odiamos

Muchos de nosotros habremos fantaseado en algún momento de nuestra vida con mejorar algo de nuestra apariencia. Sin embargo hay personas que aun teniendo una apariencia totalmente normal imaginan que son tan feas que les resulta imposible interaccionar con los demás o actuar de forma normal por miedo a que la gente se ría de su fealdad. Estas personas padecen lo que se llama trastorno dismórfico corporal.


¿En qué consiste?

Es la preocupación por algún defecto imaginario en la apariencia por parte de alguien que en realidad tiene un aspecto razonablemente normal. La persona debe cumplir los siguientes criterios:

  • Preocupación por un aspecto imaginario del aspecto. Si existe una ligera anomalía física la preocupación de la persona es marcadamente exagerada. Es decir, que aunque haya un aspecto determinado de su apariencia que sea negativo, la persona reacciona de una manera desproporcionada ante él
  • Esta preocupación marca una ansiedad o un perjuicio significativo en el ámbito social, laboral y demás áreas importantes de la vida. En definitiva, que afecta a la vida cotidiana de la persona en aspectos importantes para ésta
  • La preocupación no se debe a cualquier otro trastorno mental.




¿Cómo se comporta una persona con este trastorno?

Son personas que lo pasan muy mal, avergonzadas continuamente por un aspecto de su apariencia que creen muy llamativo y negativo. Pueden estar todo el día observándose en espejos o superficies reflectantes para comprobar si ha habido algún cambio o, por el contrario evitar cualquier espejo por no soportar mirarse en él.

Otras veces pueden también intentar esconder su defecto, ya sea con gorros, barbas o maquillaje o aseo excesivo.

Tienen además lo que se denominan “ideas de referencia”, es decir piensan que todo lo sucedido en su mundo se relaciona en cierta forma con ellos, en este caso, con su defecto imaginario. Pueden llagar a pensar que los demás pueden percibir ( o están percibiendo) su supuesto defecto, e incluso burlarse y hablar de él / ella a sus espaldas.

Por otro lado, también puede dar lugar a un aislamiento social, ya que algunas personas pueden llegar a abandonar la escuela o el trabajo, evitar el ir a entrevistas laborales, e incluso, el llegar a salir sólo de noche, de manera que ese supuesto defecto no se vea. Además tenderá a evitar cualquier relación social, descuidándolas y deteriorándose éstas.

¿Cómo suelen reaccionar a las opiniones de los demás?

Por mucho que las personas de su entorno les aseguren que no ven ningún problema en su apariencia, están convencidos de que su visión es exacta y no distorsionado y que los demás, o bien le están mintiendo por no acomplejarle más o bien para burlarse de él o ella.

¿Que relación hay entre estas personas y la cirugía?

A consecuencia del defecto que creen tener, recurren mucho a odontólogos, dermatólogos y, sobre todo, cirujanos plásticos para que corrijan dichos defectos. Sin embargo, por muy bien que quede la operación no suelen quedar satisfechos, somentiéndose a gran cantidad de ellas ya sea porque nunca llegan nunca a considerar que su defecto a desaparecido o porque pasan a encontrarse otro defecto que es el que quieren operar después.

¿Hasta que punto puede llegar a afectar a la persona?

Tal y como se ha comentado anteriormente este su puede condicionar de tal modo la vida de la persona que puede llegar a asociarse con otros trastornos como depresión, anorexia o fobia social e incluso llevar a ideas de suicidio.


Conclusión
 
Con esto no quiero decir que el que nos guste o no una parte de nuestro cuerpo vaya a conducir a este trastorno, pero sí que hay que estar alertas cuanto este defecto empieza a afectar a otras áreas de nuestra vida, ya que entonces convendría acudir a un psicólogo para que nos ayude.


Si fuera un monstruo...





martes, 24 de noviembre de 2015

¿Cómo te hablas? El poder de nuestro lenguaje interno

Aunque no nos demos cuenta, nuestro lenguaje interno influye muchísimo en como interpretamos las situaciones, en cómo nos sentimos y como aprendemos a valorarnos y a tratarnos.
Muchas veces somos nuestros peores jueces y críticos, tratándonos de una manera que no reservaríamos ni para nuestro peor enemigo. Y el problema es que muchas veces ni siquiera somos conscientes de ello.

¿Alguna vez has pensado así?

  • Interpretar todo en términos de absolutos: es decir, o todo va bien y es maravilloso o todo va mal y es un desastre. Hay que tener cuidado con las palabras siempre, nunca, todos... porque caen como losas sobre nuestras cabezas. Así, no es lo mismo pensar “lo hago todo mal” que pensar “aquí me he equivocado, pero ayer lo hice estupendamente. No tengo porqué hacer todo perfecto”.




  • Quedarnos sólo con lo negativo y no dar valor a lo positivo. Así, por ejemplo, si nos preguntan qué tal nos ha ido el día, podemos decir: “Un desastre, he perdido el autobús, he legado arde a trabajar y encima había mucho papeleo”, y no dar importancia a que además de todo eso, hemos resuelto un problema muy complicado y el jefe nos ha felicitado.
    Además, cuando hacemos algo bien está presente la idea de que “era nuestro deber” por lo que no tiene ningún mérito. Está claro que el deber de un bombero es apagar fuegos, el de un maestro enseñar a los niños y el de un agente de seguros tramitarlos, pero no por ello tienen menos mérito cuando acuden a un incendio, ayudan aun niño a que entienda una idea particularmente difícil o solucionen a un cliente un problema serio. Sólo nosotros sabemos lo que nos cuesta hacer las cosas, pues felicitémonos por aquellas que consideremos difíciles al igual que nos castigamos cuando hacemos algo mal.

  • Adivinar lo que va a pasar. Tendemos a anticipar demasiado las cosas, dándoles demasiadas vueltas. Preocupémonos lo justo ( en este post explico cómo controlar las preocupaciones) y dejemos el predecir el futuro a los adivinos.


  • Dejarnos llevar por las emociones, especialmente las negativas, como el enfado o la tristeza. Cuando tenemos un emoción negativa muy fuerte todo lo que pensemos va a estar influenciado por ella. Así, si un día estamos tristes y empezamos a analizar nuestra vida la veremos mucho más negativamente que si estamos alegres. Lo mismo pasa si estamos muy enfadados. El efecto es parecido a cuando estás muy enfadado o triste y tras dormir te levantas viendo las cosas de otra manera.

  • Centrarnos en cómo Deberían ser las cosas o en como deberíamos comportarnos nosotros mismos o los demás. No hacemos más que ponernos normas y de sentirnos mal al no cumplirlas. Es mucho más útil cambiar el debería por me gustaría. Así, por ejemplo:

    • Debería adelgazar” por “me gustaría perder peso, voy a ver que cosas puedo hacer para ello, pero asumo que es un proceso lento y que necesito constancia”.

    • No debería equivocarme” por “no me gustaría el equivocarme otra vez, pero asumo que soy human@ y que es inevitable el hacerlo. Para la próxima tendré más cuidado”.
       
    • Debería estar contenta” porme gustaría estar contenta, pero no puedo estar así todo el rato. Voy a ver que cosas me están afectando y ver que puedo cambiar. Si veo que no puedo solo, entonces pediré ayuda”.
       
    • Mi suegra no debería ser así”,por “Está claro que me gustaría que mi suegra fuera de otra manera, pero no puedo cambiarla. Voy a pensar como tratarla de la manera adecuada y no dejaré que sus comentarios me afecten.”


  • Etiquetarnos a nosotros mismos o a los demás. Nuestro cerebro intenta usar los menos recursos posibles, recurriendo muchas veces a atajos. Estos funcionan bien algunas veces pero otras veces no.
    Pongamos como ejemplo que voy andando con un jarrón en las manos y que éste se me cae al suelo. Automáticamente me vendrá a la cabeza la frase “que torpe eres, Sara”, etiquetándome así. 
    El problema es que si nos lo decimos o nos lo dicen muchas veces nos lo acabamos creyendo. La manera más sana es describir la situación tal y como ha sido: “no me ha gustado que se me cayera al suelo, pero de todas las veces que he llevado algo en las manos ésta es la primera que se me cae algo al suelo, luego tan torpe no seré”
    Por otro lado, también hay que distinguir entre el verbo ser y estar. No es lo mismo ser torpe que estar un poco torpe ese día, ni ser tonto que estar un poco atontado.

    En definitiva, una buena pauta es pensar en cómo hablamos a la gente a la que queremos y empezar a hacer lo mismo con nosotros mismos ¿O no nos lo merecemos?

lunes, 2 de noviembre de 2015

Culpabilidad. Aprende a librarte de ella

¿Qué es la culpa? Es la consecuencia de una falta que hemos cometido o de un perjuicio que hemos ocasionado a alguien.
Una sensación asfixiante que acaba por estropearnos los buenos momentos de la vida, una sorda impresión de haber hecho algo mal, de haber causado un daño.
Estos sentimientos pueden adueñarse de nuestra existencia y arruinar nuestro bienestar.¿Qué hacer con ella?


Antes de nada, debemos diferenciar entre dos tipos de culpabilidad:
  • Culpabilidad sana: sentimientos que aparecen como consecuencia de una falta manifiesta o de un perjuicio real que le hemos causado a alguien. Esta culpabilidad es como un policía interior cuyo fin es:
    • Incitarnos a respetar las reglas en vigor, a no perjudicar a los demás
    • Castigarnos cuando infringimos esa reglas...con los malos momentos que pasamos culpabilizándonos.

  • Culpabilidad mórbida: es aquella que aparece sin necesidad de una falta objetiva. Por ejemplo: sentirse culpable por ser más brillante que el resto de tus hermanos/as o sentirse culpable por llevar a un hijo a la guardería para retomar una actividad profesional.


Es este tipo de culpabilidad, la mórbida, la que tenemos que aprender a controlar. Aquí van algunas pautas:
  • Aprende a identificar a los culpabilizadores y a huir de ellos, es decir, de personas con una habilidad especial para hacernos sentir culpables. Los rasgos de una persona culpabilizadora son:

      • Se está quejando casi siempre.
      • Suele ser buen conversador y encantador.
      • En general, suele ser apreciado.
      • Nunca tiene la culpa si las cosas se tuercen.
      • Te hace creer que es culpa tuya si las cosas no van bien.
      • Te hace creer que su felicidad está en tus manos.
      • No te acusa directamente, sino de forma retorcida y sutil.
      • Te sientes culpable en su presencia.
      • Tienes la impresión de hacer las cosas mal.
      • Intentas cambiar para darle satisfacción
      • Te culpabilizas.

  • Este tipo de culpabilidad aparece cuando creemos que los demás se van a sentir heridos. Así, siguiendo los ejemplos anteriores mis hermanos se sentirán heridos si saco mejores notas que ellos o mi hijo se habrá sentido herido por llevarlo a la guardería. Sin embargo, tenemos que darnos cuentas que no somos los responsables de la felicidad de los demás, sino tan sólo de la nuestra. Así no es la situación o las acciones de los demás lo que me hace feliz o triste, sino el cómo es la persona y lo que pienso de dichas situaciones.

  • Hay que tener cuidado con la victimización. Hay personas a las que les gusta hacerse la víctima y hacernos responsables del peso de sus decisiones culpabilizándonos.


    Por ejemplo, imaginemos que una madre anciana le pide a su hijo que la lleve a ver a una amiga, pues no tiene otro medio de transporte. Sin embargo, el hijo tiene otros planes y le dice que no. Su madre le dice entonces “Podías hacerme es pequeño favor. Sabes que no tengo coche. Ya no salgo casi nada, no me gustaría tener que renunciar también a esto. Piensa en todas las veces que me he sacrificado por ti cuando eras pequeño...” el hijo se siente culpable y cede a regañadientes.
    Aquí el hijo se siente culpable de la tristeza de la madre si no va a ir a ver a su amiga. Sin embargo, es la madre la que decide que no irá ni de otra forma ( pedírselo a otra persona, taxi, transporte público) ni en otro momento. Además, decide renunciar a esta visitas si su hijo no la lleva, mostrando abiertamente su desamparo y tristeza si la visita no puede realizarse.Se ha convertido en una víctima de la decisión de su hijo, aun cuando esto no es así.
    Aquí podría haber muchas soluciones, pero al haber elegido la madre justo la única que no es viable es ella la que, con sus propias decisiones, ha decidido quedarse sin visitar a su amiga y sentirse infeliz.


  • Permitirnos el poder sentirnos bien aun cuando hay personas que no lo hacen, por ejemplo, cuando tenemos trabajo y alguien de nuestro alrededor está en el paro. Claro que queremos que esa persona esté bien y tenga trabajo pero no por ello no vamos a poder disfrutar del nuestro.


  • Darnos cuenta de que no somos omnipotentes, es decir, no podemos ser responsables de todo. Se habla de omnipotencia ilusoria cuando nos culpabilizamos por cosas sobre las que no tenemos poder. Por ejemplo, responsabilizarnos del alcoholismo de nuestra pareja o de las malas notas de nuestro hermano en clase.


En definitiva, depende de nosotros el sentirnos o no culpables, teniendo una cosa muy clara, somos los últimos responsables de nuestra felicidad.

lunes, 19 de octubre de 2015

¿Heredarán mis hijos mis problemas psicológicos?

Muchas de las personas que han acudido a consulta, han tenido la misma duda. Si ellos tienen un problema psicológico, sea de la clase de sea, ¿Es posible que se lo hayan transmitido a sus hijos? ¿Lo pasarán ellos tan mal como lo están pasando ellos ahora?

Es una duda perfectamente lógica, si se tiene en cuenta que nuestros hijos heredan otras muchas características. La respuesta no es fácil ni sencilla, ya que son muchos factores los que influyen:

Genética

Es indudable, compartimos la mitad de nuestros genes con nuestros hijos pero, ¿Hasta que punto influyen?. 
 
 En primer lugar, hay que tener en cuenta que no se han encontrado genes individuales que den lugar a trastornos psicológicos concretos. Es decir, no hay un gen de la depresión o un gen de la ansiedad que de lugar a un trastorno. Más bien se habla de un efecto poligénico, es decir, la interacción de muchos genes, y teniendo que darse todos para que el problema se manifieste. Luego no es tan fácil como heredar el color de ojos o de pelo.


En segundo lugar, hay que tener en cuenta que aunque tengamos la misma carga genética, no tenemos porqué desarrollar ese trastorno. Así, se han hecho estudios con gemelos homocigóticos ( que comparten el mismo ADN) encontrándose que aún compartiendo la misma carga genética había menos de un 50% de posibilidades de que si un hermano tuviera un trastorno psicológico, el otro también lo tuviera.

En conclusión, la genética influye, pero no es un factor determinante.


Ambiente

Hay que tener muy en cuenta el ambiente en el que crece y se desarrolla el niño. Así, un entorno familiar estable en el que pueda desarrollar un apego seguro y en el que el niño pueda desarrollarse de la manera adecuada van a influir sobremanera en la fortaleza psicológica de éste.




Se entiende por un ambiente estable en que la familia sea funcional, y le permitan tener una seguridad respecto al futuro y una rutina adecuada en su día a día.


Aprendizaje

Por otro lado, el niño va aprendiendo maneras de comportarse y de afrontar problemas, de superar miedos, de comunicarse con los demás...etc en función de lo que observa de los adultos. Así, no es malo que nuestro hijo nos vea nerviosos o tristes, sino ques nos vea  afrontarlo de la manera adecuada, de manera que lo pueda hacer igual en un futuro cuando también esté así.

 Actuamos como modelos de nuestros hijos, enseñándoles como actuar y comportarse. Si queremos que no se agobie por los problemas, pero nosotros hacemos lo mismo cuando tenemos uno, va a ser difícil que lo consiga.

Además, si permitimos que el niño vaya aprendiendo y se vaya enfrentando de la manera adecuada a los problemas, reduciremos bastante la posibilidad de que tenga algún problema en el futuro.



Modelo diatésis - estrés

Este modelo explica la interacción entre nuestra heredabilidad y el ambiente en el que nos enfrentamos.

Todos tenemos una tendencia heredada a expresar ciertos rasgos o comportamientos, lo que podemos llamar diátesis o vulnerabilidad. Si le sumamos cierto nivel de tensión o estrés, es cuando esa tendencia se da. Así, cuanto mayor sea esa vulnerabilidad, menos cantidad de estrés necesitamos para que se desarrolle el problema.



Hay que tener muy en cuenta que tener una vulnerabilidad en particular no significa que se desarrolle el trastorno asociado. Cuanto menor sea la vulnerabilidad, mayor tendría que ser la tensión de vida necesaria para generar ese trastorno.Así , puede haber personas con cierta tendencia a tener problemas de una clase, pero al enfrentarse a una vida sin estresores no llegar a desarrollarlos nunca y viceversa.


Conclusión

Aunque nuestros hijos puedan haber heredado esa cierta vulnerabilidad, tenemos muchas herramientas para evitar que sufran en un problema en el futuro:
  • En primer lugar, no dando por hecho que va a ocurrir y va a ser inevitable, porque no es así.

  • Dándoles un ambiente estable en el que se puedan desarrollar de la manera adecuada.
     
  • Ejerciendo de modelos adecuados a la hora de controlar y mantener a raya a sus vulnerabilidades. Así, si por ejemplo, los padres son personas nerviosas pero controlan la ansiedad y enseñan a sus hijos a controlar ese nerviosismo, es muy poco probable que esos niños tengan algún problema de ese tipo en el futuro.



  • Preocupándose de la manera adecuada, sin dramatizar y poniendo remedio cuando veamos los primeros síntomas.
    Cualquier problema psicológico si se trata nada más empezar es mucho más fácil de afrontar y solucionar.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Autoestima, qué es y cómo mejorarla

Existen muchas definiciones de autoestima. Se la podría describir como el resultado de la opinión que una persona tiene sobre si misma: de su apariencia física, de sus aptitudes, de sus éxitos profesionales y personales, de la riqueza de su vida afectiva...etc.

Hay quien incluso la define en los dos siguientes puntos:

  • Percepción de una aptitud personal, es decir, de que somos capaces de hacer cosas, conseguir nuestros objetivos y proyectos.

  • La convicción íntima de tener valor como persona. Es decir, hagamos bien o mal las cosas, siempre vamos siempre vamos a ser valiosos, simplemente por el mero hecho de existir.

Ahora bien, ¿Cómo podemos mejorarla? ¿Qué cosas pueden influir en que tengamos una autoestima más o menos sana?

  • Construye una imagen realista de tí mismo . La autoimagen, o como nos vemos a nosotros mismos depende, de los mensajes que nos mandan los demás y, sobre todo, de los mensajes que nos mandamos nosotros mismos. 

    Si, por ejemplo nos han dicho toda la vida que somos unos torpes, acabaremos   creyéndonoslo. Sin embargo si empezamos a reflexionar y nos damos cuenta de que hacemos muchas cosas bien, esa imagen de torpe desparecerá, dando paso a una más realista. 

    Por otro lado, hay que diferenciar entre ser torpe, malo, tonto..etc y comportarnos de manera torpe, mala o tonta. Todos tenemos derecho a equivocarnos y cometer errores y eso no significa que siempre lo hagamos mal.


  • Ten cuidado con tu diálogo interno, es decir, el cómo nos hablamos a nosotros mismos. Muchas veces nos tratamos peor que a nuestro mayor enemigo, castigándonos y regañándonos continuamente. 

    No se trata de no animarnos a seguir o de no ver nuestros errores, sino de hablarnos de una manera comprensiva. Así por ejemplo, no es lo mismo decirnos:

     “ eres un desastre, no deberías tener este tipo de errores, siempre te equivocas, todo lo haces mal” .

    que el decirnos: 

    Bien, he cometido un error. No me gusta cometerlos, pero puedo equivocarme como todo el mundo. Para la próxima estaré más atento para no volver a equivocarme”.



  • Defiende tus derechos (pincha aquí para conocer tus derechos asertivos) y ten un comportamiento asertivo con los demás. Nuestra opinión vale lo mismo que la de los otros, al igual que nuestros sentimientos y emociones. Si nosotros somos los primeros que no nos valoramos, es más difícil que el resto lo haga también.

  • Evita la procastinación, es decir, la tendencia a dejar para mañana lo que podemos hacer hoy. 

    Muchas veces, y sobre todo cuando la tarea es difícil o nos pone nerviosos tendemos a postergarla en el tiempo. Esto hace que nos sintamos mal con nosotros mismos y que nos juzguemos de una manera muy negativa. A partir de aquí, entramos en un círculo vicioso. Como nos sentimos mal, no hacemos las cosas, sintiéndonos cada vez peor y disminuyendo cada vez más la posibilidad de que nos pongamos a ello.

    Sin embargo, cuando hemos hecho algo que consideramos difícil, el efecto es el contrario; nos sentimos muy bien con nosotros mismos, aumentando la posibilidad de que hagamos cada vez más tareas. Nos sentiremos eficaces y nuestra autoestima aumentará.


  • Reflexiona y reconócete tus aciertos y logros. Todos hemos hecho cosas bien y mal a lo largo de nuestra vida, pero siempre tendemos a centrarnos más en lo negativo. Cada uno sabemos qué es lo que más nos ha costado conseguir, de qué estamos orgullosos.

    Un ejercicio muy útil es reflexionar al final de cada día sobre aquellas cosas que hayamos hecho bien durante toda la jornada. No hace falta que sean grandes cosas, pero si nos paramos a pensar, nos daremos cuenta de la cantidad de éstas y de como, por lo general, no le damos ninguna importancia.



    En definitiva, la autoestima depende de muchos aspectos, pero está claro que tenemos un papel muy importante de cara a que ésta sea alta o baja. Si a pesar de todo, no se consigue que la autoestima mejore, quizá ha llegado el momento de consultar a un profesional para que nos ayude de una manera más específica y personalizada.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

¿Cómo ayudar a alguien con depresión?

Muchas veces me encuentro con que las personas que conviven con una persona con depresión se encuentran perdidas a la hora de cómo tratar con ellas ¿Hay que estar todo el día encima o dejarle solo? ¿Qué hacer cuando se niega a hacer nada?¿Sirve de algo enfadarme con él o ella? Aquí doy algunas pautas:

  • En primer lugar, es importante armarnos de paciencia y entender lo que está pasando la persona. Cuando estamos deprimidos no tenemos ganas de hacer nada, tareas que antes eran placenteras y hacíamos sin dificultad ahora nos suponen un esfuerzo imposible. En este enlace explico en qué consiste la depresión.

  • En segundo lugar es importante escucharle, hacerle ver que estamos ahí, para ayudarle y apoyarle en lo que haga falta, que entendemos que lo está pasando mal, pero que puede salir de ella.



  • Es importante hablar , pero no todo el tiempo de lo mal que está. En personas con depresión es muy normal el que rumíen sus preocupaciones y problemas y les cueste pensar en otra cosa. Es importante que se sientan escuchados, pero también deben centrar su atención es otros temas, y ahí si que les podemos ayudar también.

  • Tenemos que animar a la persona de manera continua y constante a que vaya haciendo cosas y moviéndose. Es lo que en consulta llamamos activación conductual. Cuando alguien está deprimido tiende a no realizar ninguna actividad, a quedarse quieto e incluso a no levantarse de la cama. Es importante que salga de casa, que haga cosas que antes le gustaban, aunque ahora no tenga ganas o no lo disfrute tanto como antes. Poco a poco, la persona deprimida se irá encontrando mejor.


  • Animar, pero sin enfadarnos. Es muy probable que la persona se niegue a salir o a hacer algo y es entendible que nos enfademos. Aquí es importante no perder la alma y volver a intentarlo más tarde. Se consiguen más cosas siendo constantes que con una gran pelea, que sólo hará que la persona con depresión se sienta peor.

  • Es importante no condicionar nuestra vida a la de la persona con depresión. En consulta he tenido muchas parejas en las que ha empezado a estar deprimido uno de los dos y ha arrastrado al otro. Si tenemos que salir, si hemos quedado con otras personas, o nos apetece hacer algo es importante que lo hagamos, animando al otro a que nos acompañe, pero no cancelando nuestros planes si el otro no quiere venir. Es mucho más fácil que se anime a salir si ve que se queda solo que si ve que nos quedamos en casa.


  • No convertirle en un inválido/a. Cuando alguien a quien queremos se encuentra mal, es muy normal que tendamos a hacerle la vida un poco más fácil, ayudándolo o haciendo sus tareas. Sin embargo , en una persona con depresión, el efecto es justo el contrario. Se sentirá mal por tener que molestar al otro y, lo que es peor, la creencia de que no es capaz de hacer las cosas cada vez se hará más y más fuerte.


  • Tener en cuenta de que aunque la persona haya cambiado, nuestro ser querido sigue ahí, debajo de capas y capas de tristeza. Es importante tenerlo en cuenta para no desesperanzarnos y seguir luchando. La depresión se puede superar y podemos volver a ser los de antes.

  • Por último, es importante que esté recibiendo el tratamiento adecuado. Si la persona no lo está recibiendo es importante el convencerlo para que lo haga ( doy algunas pautas aquí ). Si por el contrario, está acudiendo a un profesional , es importante que le preguntemos todas nuestras dudas y nos aconseje de la mejor manera de proceder.


    La Organización Mundial de la Salud publicó un vídeo que trata también este tema, de una forma muy clara.



    En definitiva. Es duro el acompañar a alguien con depresión, pero debemos ser conscientes de lo que podemos hacer y lo que no. Y si nos vemos sobrepasados, el pedir ayuda.