martes, 28 de enero de 2014

¿Qué es la depresión posparto?

Se considera una depresión posparto a aquella depresión que se manifiesta después de haber tenido un hijo, principalmente durante los tres primeros meses.
Se presenta en un 10, 15% de las mujeres que dan a luz, puede que incluso más, pero son muchas las que ocultan su malestar y no buscan ayuda, por lo que su prevalencia puede ser mayor

No hay una única causa, pero si que hay factores que pueden influir en su génesis y desarrollo
  • Cambios biológicos: después del parto, caen bruscamente niveles de hormonas tales como la progesterona y los estrógenos. Aunque no es la única causa, si que puede ser uno de los factores que influyan.

  • Cambios físicos: muchas veces los partos son complicados, o se han llevado a cabo cesáreas que afectan estado de la madre. Por otro lado, también puede influir el cansancio acumulado, si el bebé no permite que la madre duerma bien. A esto se pueden sumar sentimientos de inseguridad respecto al propio cuerpo después de dar a luz.

  • Cambios emocionales: hay madres que manifiestan que sintieron una “oleada de amor” la primera vez que vieron a su bebé, pero hay otras que se sienten cansadas y un poco distantes, pero que poco a poco, le van tomando cariño. Ambas maneras de reaccionar son normales, y no debemos sentirnos culpables por no haber estado a la altura de nuestras expectativas. Cada una reaccionamos a nuestra manera, y precisamente por ser nuestra manera, es la correcta.

  • Cambios sociales: la llegada de un bebé a la pareja hace que se planteen importantes cambios en ésta. Ya no hay tanto tiempo para pasarlo juntos, y se suman nuevas cargas y responsabilidades a afrontar. Por otro lado, ya no hay tanto tiempo para realizar actividades de ocio o para poder quedar con amigos.
    Además, hay que tener en cuenta que el criar un hijo es un aprendizaje, y que como tal habrá cosas que desconozcamos o que no manejemos bien del todo y con las que tengamos pedir ayuda.





Los síntomas asociados son:

  • Tristeza, desánimo durante gran parte o todo el tiempo.
  • Irritabilidad, con otros niños o incluso con tu bebé. También esta irritabilidad puede ir contra tu pareja, quien, en la mayor parte de los casos, no entenderá qué está pasando.
  • Cansancio.
  • Insomnio.
  • Pérdida de apetito.
  • Incapacidad de disfrutar con nada.
  • Pérdida del deseo sexual
  • Percepción de que es incapaz de afrontar la maternidad
  • Sentimientos de culpabilidad, inutilidad.
  • Ansiedad, preocupación.


Muchas mujeres se sienten culpables, ya que su estado de ánimo choca contra la creencia generalizada de que en esos momentos es imposible estar mal. Hay que tener en cuenta que es una reacción de nuestro cuerpo ante una situación determinada, y no debemos sentirnos mal por ella.

Ninguna madre quiere sentirse así, nadie lo hemos buscado, por lo que hay que desechar toda esa culpa que nos ahoga. De aquí se puede salir. Como cualquier otra depresión se puede tratar y hacer que desaparezca, pero para eso hay que pedir ayuda y consultar a un buen profesional.

jueves, 23 de enero de 2014

¿Tenemos la culpa de nuestro malestar?

En innumerables ocasiones las personas con las que trabajo día a día se ven abrumadas por algo que se suma al problema que puedan tener de entrada, y es por la culpa. Culpa que agrava más el problema, que te hunde y agobia, que no te deja ver más allá.

Y es que estamos rodeados de frases culpabilizadoras:

 
"Estás así porque quieres"

              "Fíjate, yo lo superé sin problema, no como tú"

"No sé de qué te quejas, si todo te va bien"

                                                    "No tienes verdaderos problemas"

  "No entiendo porqué te pones así "
                                                      "Eres un desastre, todo lo haces mal"

Frases que nos dicen los que nos rodean, pero que también nos dirigimos a nosotros mismos.


Con esto tenemos que tener las cosas muy claras. Por un lado, debemos darnos cuenta de que cada uno es como es, y que lo que le puede afectar a una persona, a otra le puede parecer algo fácil de superar y viceversa. No todo afecta por igual a todo el mundo, ya que hay muchas variables que pueden influir (experiencias anteriores, personalidad, apoyo social...etc).

Por otro lado , darnos cuenta de que no tenemos la culpa de estar mal. Nadie vamos buscando de manera consciente el tener un problema psicológico, no nos planteamos en un momento dado : "Voy a ver si me deprimo". Muy al contrario, buscamos la manera de estar bien, ponemos en marcha las estrategias que pensamos que mejor van a funcionar en ése momento; el problema es que hay veces en que nos quedamos sin ideas o ponemos en práctica aquellas que no son las mas adecuadas, simplemente porque no conocemos otras.

Y por último, y quizás lo más importante, meternos en la cabeza que tenemos derecho a estar mal, aunque tengamos un trabajo, aunque las cosas nos vayan bien, aunque nuestra pareja nos quiera mucho...

Cada uno somos diferentes y cada uno tenemos nuestra particular manera de ver el mundo, de interpretar lo que nos ocurre y de reaccionar ante lo que nos va sucediendo; y eso es lo que os hace únicos, especiales.
Nadie nos puede decir como debemos sentirnos, ni si quiera nosotros mismos.

Todo esto queda resumido en una frase:



"No somos culpables de lo que nos ocurre, nadie lo es, pero sí que somos responsables de cambiarlo y de poner en marcha las estrategias para que esto ocurra".

No queda sino empezar ¿Te animas?

martes, 21 de enero de 2014

Agorafobia, o el miedo a las aglomeraciones. ¿La conocemos realmente?



La agorafobia es un trastorno de ansiedad bastante común, de hecho lo sufren el 4% de la población, principalmente mujeres.

¿En que consiste? Muchas personas tienen la creencia de que se trata de lo contrario a la claustrofobia (miedo a los espacios cerrados), por lo que lo definen por el miedo a los espacios abiertos.

Sin embargo, esta definición no es del todo correcta. Se dice que una persona tiene agorafobia cuando le da miedo salir de casa, estar sola o ir a lugares donde hay mucha gente, como calles, supermercados, autobuses... La clave está en que evitarán situaciones en las que sea difícil escapar, sitios cerrados o con mucha aglomeración de personas.
 
 


La mayoría de las personas agorafóbicas también tienen miedo a perder el control sobre sus propias reacciones y a que ese miedo les provoque un ataque de pánico. Esto origina que tiendan a evitar lugares que puedan provocarles miedo, lo cual acaba por convertirse en una costumbre.

Normalmente, se sienten mejor cuando están con alguien conocido y, por eso, acaban dependiendo de otra persona para salir de casa.


Cuando la persona con agorafobia está atemorizada, tiene la sensación de que el miedo comienza y persiste sin ninguna razón y que, además, no lo puede corregir; por ello, hay una tendencia a mantenerse en estas sensaciones, empeorándolas. Así, puede sentirse mareada o sin aliento, notar una sensación de debilidad en sus piernas o notar los latidos de su corazón.

Algunas tienen la sensación de que todo es irreal, como si fuera un sueño. La preocupación por estas sensaciones se va reforzando más y más, convirtiéndose en una costumbre. Es sumamente fácil caer en este círculo; primero, sentir temor, después, preocupación por los sentimientos de miedo, etc. Algunas personas piensan que pueden hacer el ridículo en público, que pueden marearse o ponerse enfermas o desplomarse y quizá lastimarse; incluso temen una pérdida permanente de control.

Pues bien, las personas agorafóbicas no tienen más probabilidades de que les ocurra esto que cualquier otra persona, pero al evitar todas esas situaciones, hacen que el miedo se haga cada vez más poderoso en sus vidas.

Además suele suceder que en su entorno, con el ánimo de ayudar a la persona agorafóbica, acaben haciendo todo por ellas, para que no lo pasen mal, pero consiguiendo el efecto contrario. Si no se enfrentan a aquello que temen, cada vez les va a ser más difícil el hacerlo.

Este trastorno no está relacionada con ninguna enfermedad mental seria, ni con ninguna enfermedad física conocida, por lo que se puede tratar y hacer que desaparezca de nuestra vida. Tan sólo hay que dar el primer paso.

¿Te atreves?