Aunque
ya he hablado de las fobias en una entrada anterior ( puedes leerla pinchando aquí ) , me parece
bastante interesante el detenerme en un subtipo de ellas que reúne
unas características específicas, como es el miedo a las
inyecciones, la sangre y/o las heridas.
Si
bien en el resto de éstas se da una respuesta de incremento de la
activación corporal, con síntomas de ansiedad y nerviosismo, en
este tipo de fobia, la reacción es contraria, dándose lo que se
llama un síncope vasovagal.
¿En
qué consiste esta respuesta?¿Qué es el síncope vasovagal?
Cuando
algo nos asusta o nos pone nerviosos, la respuesta normal de ansiedad
es que el corazón nos lata más rápido y que respiremos más
agitadamente, por lo que se da un aumento súbito de nuestra presión
sanguínea.
En
personas con este tipo de respuesta se produce una hiperreacción que
intenta compensar este aumento de presión sanguínea, bajándola de
golpe. Esto produce que llegue menos sangre al cerebro y que se de la
sensación de mareo e incluso podamos llegar a desmayarnos .
¿Es
hereditaria?
Otro
dato interesante es que parece tener un mayor componente hereditario
que otro tipo de fobias, llegando a haber estudios que hablan de que
un 61% de los familiares de personas con esta fobia tenía algo
similar aunque más moderado.
¿Se
puede tratar?
Se
puede tratar y superar. El tratamiento consiste en entrenar, bajo
supervisión del psicólogo en tensión a la persona para que evitar
que se de la respuesta de mareo.
¿Cuándo
debe tratarse?
Cualquier
persona que quiera evitar estos síntomas puede tratarlos y
superarlos.
Por lo
general, se suele tratar con más frecuencia en personas a las que
esta respuesta está influyendo en su día a día, ya sea por
problemas médicos ( por ejemplo, una persona con diabetes que deba
administrarse la insulina mediante un pinchazo todos los días) o
laborales (por ejemplo, un médico o una enfermera que deban
enfrentarse a la sangre en su trabajo).
No
obstante, también hay personas a las que, aunque no les afecte tan
directamente, que quieren enfrentarse a este problema de cara a
posibles pruebas médicas que necesiten realizarse a lo largo de su
vida, evitando así el desmayarse o entrar en un estado de tensión
cada vez que el médico les quiera hacer un análisis de sangre. No
es infrecuente el que personas que lo sufran eviten el hacerse
determinadas pruebas con el consiguiente riesgo para la salud que
ello conlleva.
En
conclusión, aunque parezca algo inevitable, es una respuesta mucho
más normal de lo que nos imaginamos, pero con la que se puede
trabajar y tratar, llegando a controlarla. El que queramos hacerlo o
no, depende sólo de nosotros.
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